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23.2.06

El culto a la Pachamama sobrevive.

A esta hora la gente anda ocupada con sus labores. Con su enamorado trajinar con la tierra. Con los vientos del alto. Con sus crepúsculos multicolores, filtrados entre añejas pircas. Con sus contactos diarios con el cielo. Con sus majadas. Ni el domingo abandonan sus obligaciones los ancestrales habitantes de los valles calchaquíes. Ahí están los descendientes de los moradores originales de estas tierras, sin decir palabras. Desde mañana será el culto a la Pachamama. Entonces sí, nadie llevará a sus animales a pastar en lo alto, donde el Llastay azuza reses. Desde las cumbres descenderán para alegrar el alma con vino patero. Los compadres desenpolvarán sus cajas (redonda luna de cuero de oveja y vizcacha) y las copleras se atreverán a versos decidores. Entre todos, creerán ver la santa efigie de la Pachamama, para alzar su corazón como apacheta y rendirle homenaje. Estará la Madre Tierra, mirándolos con ojos de vicuña, para que en cada montículo de piedra del camino, sigan ofrendándole un acuyicu. seguí leyendo

[Dice el hombre de los cerros que la Pachamama es la madre de los valles y de la llanura... de la tierra. La divinidad sin embargo dejó atrás los abiertos campos para asilarse, como último refugio, en la atalaya inexpugnable de la montaña. En las cumbres le hacen compañía los otros divinos desterrados: el Llastay, el Pujllay, la Yucumana e incluso el excelso Inti.

"Los indígenas conservamos las creencias. Tenemos un modo de ser y costumbres muy distintos a los del resto. Para el aborigen, la convivencia con la naturaleza es demasiado especial, porque establecemos un vínculo con la tierra. Nuestros tesoros culturales son los cerros, los campos y los ríos. Ahí late la identidad que fue transmitida de generación en generación. Hasta heredamos el espíritu guerrero, la fuerza y el coraje de nuestros abuelos. Pero también somos celosos de las ruinas de nuestros antepasados. Conocemos muchos lugares, pero sólo los daremos a conocer cuando todos aprendan a preservar la identidad de esta tierra." Joaquín Pérez, cacique Comunidad indígena de El Nogalito.

El patrimonio cultural de un pueblo es su pasado. Y ese tiempo vivido se esconde en las montañas impenetrables, en los caminos con huellas, en los objetos bajo tierra, en los ríos sonoros y en las miradas heredadas. La sensación de continuidad en los años conforma la identidad, pero hubo un quiebre cultural en el que se despojó de su tierra y de su cultura a estos pueblos. Se hace necesario rescatar aquellos valores que aún persisten y conocerlos a fondo para poder transmitirlos.

Marcos Bauzá.]

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